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Uruguay y su romance tóxico con el agua: la abundancia que nos condena

En Uruguay, la percepción de abundancia de agua ha llevado a hábitos poco sostenibles y a una gestión más reactiva que preventiva. El texto plantea la necesidad de repensar esta relación, promoviendo una mayor conciencia, planificación y valoración del recurso hídrico.
¿Y si el problema no fuera la falta de agua… sino la creencia de que nunca nos va a faltar?
En Uruguay vivimos con la certeza de que el agua siempre está. En la canilla, en el campo, en la laguna. Pero esa percepción de abundancia nos está jugando una mala pasada. Derrochamos, ignoramos y postergamos, mientras la realidad climática y social nos exige lo contrario: cuidar, planificar y actuar. Porque el agua no se acaba de un día para el otro. Se desgasta, se contamina, se olvida. Y cuando nos damos cuenta… ya es tarde.
1. Una riqueza que no sabemos cuidar
El relato nacional sobre la abundancia hídrica ha calado hondo. Desde la escuela aprendemos que vivimos sobre uno de los acuíferos más importantes del mundo, y eso nos da una confianza peligrosa. Tanto, que seguimos usando agua potable para lavar autos o llenar piscinas como si nada. ¿Las sequías? Apenas un mal rato. Cuando llueve, volvemos a la rutina. Sin pensar en cómo almacenar o reutilizar, sin exigir mejoras estructurales. La abundancia, cuando se da por sentada, se convierte en negligencia.
2. Gestión modo "bombero": solo corremos cuando el fuego ya empezó
Instituciones, productores, ciudadanía… todos caemos en el ciclo del olvido. Solo hablamos de agua cuando hay crisis. Pasó en 2023 con la sequía metropolitana: alarma, declaraciones, medidas de emergencia. ¿Y después? Agua bajo el puente. La prevención, la planificación, la inversión en infraestructura siguen esperando. Vivimos apagando incendios, sin una estrategia para que no se vuelvan a prender.
3. Conexiones invisibles: lo que no se ve, no se cuida
No es solo falta de voluntad, también es falta de conciencia. Muchos productores no asocian el pastoreo en las orillas de los arroyos o el uso de agroquímicos con el agua que luego beben sus animales. Y ni hablar del saneamiento: en zonas como La Capuera, donde la contaminación es palpable, no se ve un cambio real. ¿Por qué? Porque las conexiones entre nuestras acciones y las consecuencias ecológicas siguen siendo invisibles para gran parte de la sociedad.
4. Academia y territorio: un divorcio anunciado
Mientras investigadores y técnicos generan conocimiento sobre el ciclo hídrico, prácticas sostenibles y calidad de agua, ese saber muchas veces no llega al campo ni a las decisiones productivas. El productor se guía por lo que conoce, por lo que siempre hizo. Y si el retorno económico no es inmediato, la innovación no entra. La ciencia queda en la biblioteca y el agua se sigue perdiendo en el surco.
5. El negocio por encima del agua
La expansión inmobiliaria y turística, especialmente en zonas costeras y lacustres, avanza sin freno. Proyectos que no consultan a OSE, normativas de ordenamiento territorial estancadas por conflictos de intereses, desarrollos que presionan ecosistemas frágiles… Todo en nombre del progreso. Pero ¿qué tipo de desarrollo es sostenible si agota o contamina su propia fuente de vida? El agua, en este modelo, es una víctima silenciosa.
6. Un rompecabezas institucional sin manual de armado
Entre OSE, el Ministerio de Ambiente, el de Ganadería, las intendencias y otros organismos, la gestión del agua parece más una carrera de postas mal coordinada. Hay técnicos que hacen maravillas, sí, pero las decisiones de alto nivel siguen marcadas por la fragmentación, la politización y la falta de visión a largo plazo. Sin una política de Estado que ordene, priorice y articule, todo esfuerzo queda en parches.
¿Y si cambiamos el cuento?
El relato de que "tenemos agua de sobra" ya no sirve. Uruguay necesita una narrativa nueva: una en la que el agua sea un recurso estratégico, escaso, vital. Donde cada gota cuente. Donde los actores públicos y privados dejen de actuar por reacción y empiecen a pensar en prevención, en conexión, en regeneración. Donde el conocimiento fluya tanto como queremos que fluya el agua limpia.
Porque si seguimos creyendo que el agua no se va a acabar, lo que sí se va a agotar… es el tiempo para revertir el daño.
INSUMOS AL ARTICULO
Entrevistas y grupos focales realizados en el marco del proyecto "Brechas de adaptación en la seguridad hídrica"