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¿De dónde viene el agua que tomamos? El recorrido oculto que conecta lagunas, ciencia y decisiones

Abrimos la canilla y ahí está. Agua limpia, transparente, lista para tomar, cocinar o ducharse. Pero detrás de ese gesto cotidiano se esconde un recorrido que pocos conocen y que merece nuestra atención. En Maldonado, el camino del agua implica lagunas vulnerables, plantas potabilizadoras sofisticadas, redes extensas y decisiones que nos afectan a todos. Entender este viaje no es solo cuestión de curiosidad: es el primer paso para cuidarlo mejor.

1. Todo empieza en la Laguna del Sauce
La principal fuente de agua potable del departamento es la Laguna del Sauce. Es un espejo de agua hermoso, pero también muy vulnerable. En ella se detectan floraciones de cianobacterias que obligan a aplicar tratamientos especiales para que el agua sea segura para el consumo. También se usan otras fuentes, como Laguna Blanca, Laguna Escondida y el Arroyo San Carlos, pero tienen menor capacidad y más problemas de calidad. Lo que sucede en el entorno de estas lagunas –como el uso de fertilizantes o el bombeo excesivo de agua– tiene un impacto directo en lo que luego llega a nuestras casas.

2. La planta potabilizadora: la fábrica invisible del agua segura
La planta ubicada en Laguna del Sauce es una de las más grandes del país. Allí se limpia, filtra y trata el agua para volverla potable. Gracias a nuevas tecnologías como filtros biológicos y carbón activado, se eliminan sustancias que afectan el sabor, olor o pueden ser perjudiciales. Este proceso es costoso y complejo, especialmente cuando hay muchas cianobacterias. En 2015, por ejemplo, se gastaron más de un millón de dólares solo en productos para el tratamiento. Mantener esa planta funcionando es una tarea constante que cuesta millones de dólares al año.

3. Casi 3.000 kilómetros de cañerías para llegar a tu casa
Una vez potabilizada, el agua viaja por unos 2.000 km de tuberías hasta llegar a cada barrio, cada casa. También hay cerca de 1.000 km de redes de saneamiento. Zonas como Manantiales o José Ignacio crecieron mucho en poco tiempo, y la red a veces no da abasto, sobre todo en verano. Por eso puede haber baja presión o cortes. Además, muchas cañerías son antiguas y necesitan ser renovadas. Se calcula que hacen falta más de 100 millones de dólares para poner todo al día.

4. ¿Quién paga todo esto?
La tarifa que pagamos a OSE no cubre todos los gastos. Parte de lo que se recauda en Maldonado se usa para financiar obras en otras zonas del país. Eso significa que muchas veces no hay suficiente dinero para hacer todas las mejoras que se necesitan acá. Además, hay falta de coordinación entre instituciones y demoras en la aprobación de planes que permitirían proteger las fuentes de agua y planificar mejor el crecimiento urbano.

5. ¿Qué podemos hacer como vecinos y vecinas?
Informarse es el primer paso. Saber de dónde viene el agua, qué problemas enfrenta, y por qué a veces no alcanza o tiene mal sabor. También podemos exigir más transparencia, apoyar iniciativas de protección ambiental y cuidar el uso del agua en casa. Pequeños gestos como no lavar el auto con agua potable o instalar un tanque de reserva hacen una gran diferencia cuando se multiplican.

El agua no es mágica. Es fruto de un proceso técnico, económico y ambiental que debemos conocer y proteger. Cada vez que abrimos la canilla, estamos conectados con lagunas, técnicos, decisiones políticas y naturaleza. Hacer visible ese recorrido es la mejor forma de empezar a valorarlo.

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